Llega un momento en el día en el que es muchísimo más pesado continuar en la oficina.
Escuchando boludeces.
Y mi cabeza empieza a maquinar travesuras.
Y me dan unas ganas desesperadas de salir corriendo al parque cercano a mirar perrines pasear, a oler los arboles y la tierra mojada con la llovizna de la tarde.
Y además me duele mucho mi hombro, por cargar un pesado pedazo de femineidad.
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